domingo, 2 de junio de 2013

LA RESACA
En la mesilla de noche había dejado el último whisky. No sabía desde donde lo había traído. Acababa de despertarse, tenía un terrible dolor de cabeza. No, no caería en el tópico de decir "seguro que me pusieron garrafón" o "me sobró el último, justo el último". No, le habían sobrado muchos más que el último, seguramente cuatro o cinco o más, según era la resaca tan terrible que tenía.

Hizo recuento de sus haberes por ver, si entre copa y copa, había perdido alguno.

¿La cartera? La vio en el bolsillo del pantalón, vacía seguramente, pero estaba allí. ¿El móvil? Con algún golpe nuevo pero funcionando. ¿Y el coche? ¿Dónde lo habría dejado? Eso era lo peor, no recordaba si había llegado en su coche o si alguien lo había dejado en casa. ¿En casa? ¡Esta no era su casa! Se incorporó bruscamente y tal como lo hizo tuvo que volver a tumbarse. Todo le daba vueltas. La cabeza le iba a estallar y, sin remedio, su estómago también estaba revelándose. Esta vez se levantó muy despacio para controlar el movimiento. Pasó la mirada por la habitación y fue consciente de que su ropa estaba cuidadosamente doblada sobre una silla. Desde luego él no se la había quitado ni la había recogido así de pulcramente, no era su costumbre.

Una puerta entreabierta le mostró el cuarto de baño. Notó la náusea, imperiosa, subir desde su estómago, apenas le dio tiempo de llegar para soltar lo que llevaba dentro. Y después una ducha, no sabía de quién era esa casa pero no le importó, de momento todo lo que necesitaba lo estaba encontrando. Tras la ducha se sintió mucho mejor. Se lavó los dientes con la pasta y un cepillo nuevo que alguien había dejado allí para que él lo usara.

Con la toalla enrollada en la cintura salió del dormitorio. Un maravilloso aroma a café recién hecho le indicó el camino a la cocina. No podía creer la suerte que estaba teniendo. Él, un individuo mediocre, con un trabajo mediocre, un sueldo mediocre y una vida mediocre; en su soledad nunca se lo había planteado. Pero ahora se daba cuenta de lo vacía que era su vida. Oyó ruido de vasos tras la puerta y se paró. No podía ser que la fortuna le deparara una grata sorpresa junto a ese aroma reconfortante. ¿O sí?.

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