martes, 14 de enero de 2014

LA PIZARRA
Una gran ventana negra enmarcada de madera marrón. Desde la puerta se la veía dominando la clase. Inmensa, oscura, todopoderosa.

Allí cabía todo: el abecedario, y los números; los dictados y las cuentas; el mapa de España y Portugal y los mamíferos, los peces y los problemas, los ríos, sus afluentes, el sujeto y el predicado...

La mirábamos con ojos curiosos, siempre con ganas de salir al encerado y deslizar la tiza escribiendo lo que mandara la maestra. O a borrar lo que ella había escrito y llenarte de polvo las manos para después manchar a alguna compañera. ¡Qué risa! batir palmas y formar una nube suave entorno a alguna cabeza.

Con la luz apagada y las persianas bajadas, la pizarra era una enorme boca que abría sus fauces y nos asustaba. No queríamos olvidar nada en la mesa, en la percha, volver a la clase sola daba miedo.

¡Con el sol era otra cosa! Te invitaba a pintar un campo con flores, o un perro o un coche.... Es verdad que nunca nos dejaban hacerlo. Jamás pudimos acercarnos a ella a menos que te mandaran a hacer alguna tarea. Eran otros tiempos. Ahora ya la pizarra no es negra, ni de pizarra. Las tizas ya no son prismas. Ahora son las pizarras verdes o digitales. Las tizas son redondas y no sueltan tanto polvo, ni hacen el trazo tan ancho. Ahora los niños y niñas escriben, dibujan o cuentan en ellas, incluso, sin permiso de la maestra, para hacer sus pequeñas obras de arte, sus primeras letras, líneas rectas y curvas, un perrito o un árbol de Navidad.

La pizarra digital es como un móvil táctil en cinemascope, a tamaño gigante. ¡Con lo que les gustan los móviles! Les ofrece la posibilidad de descubrir el mundo, através de YOUTUBE, qué fácil les resulta resolver ejercicios con el dedo sobre las palabras o los números. O dibujar con las líneas de colores, de caritas sonrientes o estrellitas. Tal vez la pizarra aquella de mi infancia esté llena de polvo en algún almacén y añore las voces infantiles, la tiza deslizándose por ella, la voz de una maestra.

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