miércoles, 17 de abril de 2013


Le gustaba mirar a las nubes. Era uno de sus juegos favoritos. Las nubes eran como de algodón, blanco y suave.

Veía: amapolas, botas, conejos saliendo de una chistera y cocodrilos de grandes dientes, delfines, elefantes, focas, globos, helados, indios, jirafas, kilómetros de lazos, manos y norias con niños, orejas, patines y perritos, quesos enormes con agujeros, ratones blancos que se comían el queso, sonrisas debajo de los sombreros, tulipanes, hasta unicornios veía y velas encima de xilófonos, una vez hasta vio una yegua con grandes zapatos.

Por eso le gustaban tanto las nubes, porque siempre podía encontrar en ellas grandes sorpresas e imaginarse historias que luego contaría a sus amigos y amigas, o tal vez solo se las quedará para sí, como tesoros secretos.

Sus amigos tenían muchas cosas, muchas, muchas, pero no disfrutaban tanto de las nubes como ella.

Le gustaba tumbarse en la hierba boca arriba y mirarlas pasar; a veces muy despacio, cambiando de apariencia y otras tan rápido que no le daba tiempo a descubrir ninguna forma. Y se esforzaba, se esforzaba hasta que aparecía. Había días que llegaban en tropel, casi no le daba tiempo de reconocerlas todas. Y otras veces se arrastraban perezosas como si fueran tortugas milenarias.

Era muy curioso, cuando estaba alegre, aparecían flores, animalitos, sonrisas y chucherías. Pero si estaba triste aparecían lágrimas y ojos cerrados o cerraduras, ¡cosas raras! y al cabo de un rato, se le olvidaba por lo que estaba apenada y volvía a reconocer trompetas, gorros de payasos, corazones....

Sí, las nubes eran una buena medicina para la melancolía. Con ellas nunca, nunca se sentía sola, porque ellas le hacían compañía.

Cuando se hizo mayor tuvo que ocultar durante algún tiempo esa afición, le daba un poco de vergüenza. Y claro, no podía mirarlas tanto como hubiera querido.

Con el tiempo se dio cuenta que a la gente que realmente la quería también le gustaba que les enseñara lo que las nubes le mostraban y desde entonces solo se relaciona con quien también ve formas en las nubes al mirar el cielo y así no tiene que ocultar esa afición suya que le parece tan especial y tantos buenos momentos le ha dado.

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